martes, 29 de junio de 2010

partit ibèric: la vida és capriciosa!



Sí, la fortuna del sorteig ha fet que les seleccions de futbol d'Espanya i Portugal juguin aquesta nit entre elles per tal d'arribar a quarts de final al Mundial de Sudàfrica. Tot una lluita fraticida entre seleccions germanes ibèriques.
Les dues seleccions de les federacions que han sol·licitat organitzar conjuntament el mundial de futbol de 2018, una candidatura ibèrica com a primer pas cap a la unió política de la península......

Com seria una selecció ibèrica? Tindria encara mès força el combinat ibèric amb Ronaldo, Pepe, Dèco i Bruno Alves o Simao?

Sí, la unió fa la força i fa guanyar mundials de futbol!!!

lunes, 21 de junio de 2010

ha mort Saramago, iberista de pro....


Amb motiu de la mort de Saramago....

No es esta la primera vez que me pregunto sobre las causas y circunstancias que, en estos últimos años de mi vida, me han convertido en casi obligada referencia, por parte portuguesa, siempre que sale a la luz la vieja cuestión del iberismo. Pero ésta será, en efecto, la primera vez que intentaré encontrar una respuesta que, al tiempo que satisface mi propia ilustración de los hechos, pueda servir para delimitar, con suficiente claridad, la reducida área en que, tal vez, se está aplicando, directa o indirectamente, en estas materias especificas, la noción del escritor que soy. Quiero prevenir, al hacer estas salvedades, que cualquier identificación que se haga de mi trabajo literario o de mi intervención cívica y política con un cuerpo de doctrina, plan de acción o una estrategia que apunten al resurgimiento o a la reactivación de la cuestión ibérica tendrá que plegarse, o al menos no ignorar, los argumentos y precisiones aquí expresados.

Como cualquier otro portugués antiguo y moderno, fui instruido en la firme convicción de que mi enemigo natural es, y siempre habría de serlo, España. No atribuíamos demasiada importancia al hecho de que nos hubiesen invadido y saqueado los franceses, o que los ingleses nuestros aliados nos hubieran explotado, humillado o gobernado: esos no eran más que episodios históricos comentes que teníamos que aceptar de acuerdo con las reglas de un relativismo práctico, ese que precisamente nos enseña a relativizar, esto es, a tener paciencia. Absoluto, lo que se dice absoluto, desde nuestro punto de vista de portugueses, sólo el rencor al castellano, sentimiento llamado patriótico en que fuimos infatigables en el transcurso de los siglos, lo que, quién sabe, nos habrá ayudado por el rechazo y por la contradicción, a formar, robustecer y consolidar nuestra propia identidad nacional. No afirmo que las cosas hayan pasado así, es solamente una idea que se me ha ocurrido al socaire de la escritura. Como tampoco afirmo que sea verdad que a todo esto España se haya limitado a responder con absoluta, no relativa, indiferencia, o incluso con algún menosprecio, por añadidura. El alma de los pueblos, si es que soy yo mismo capaz de entender lo que eso quiere decir, no es seguramente menos compleja que aquella que el simple individuo lleva consigo en su única y simple vida.

Este sistema organizado de malquerencias y desconfianzas, cuántas veces paralizador, no me impidió, como tampoco impidió a otros portugueses, interesarme muy de cerca por la cultura española, en especial la literatura y la pintura. En distinto plano, también alenté siempre la curiosidad por saber qué pensaban los españoles de sí mismos (y unos de otros) a lo largo de los tiempos y, poco a poco, puede salir de una visión histórica generalizada para llegar a la apreciación dinámica de las diferencias; creo que he empezado a comprender mejor a España conforme iba reconociendo e identificando, en la plenitud de su expresión, las diversidades nacionales que veía emerger de la unidad estatal, lo que resultó, por último, supongo que por un proceso no completamente consciente, una forma de apagamiento subversor de la imagen de España adquirida por vía pasiva a favor del surgimiento irresistible de una constelación socio-histórico-cultural pluriforme, literalmente fascinante. Claro que nada de lo que estoy escribiendo es nuevo: como yo, lo han experimentado todos aquellos que se han acercado a España despojados de ideas preconcebidas, o suficientemente vigilantes como para esquivar los daños que éstas suelen causar a los incautos. Pero, efectivamente, algo vino a modificar mi relación, primero con España, después con la Península Ibérica en su conjunto (lo que equivale a decir que yo empezaba a lanzar sobre mi propío país una mirada diferente): la evidencia de la posibilidad de una nueva relación que sobrepusiera al diálogo entre Estados, formal y estratégicamente condicionado, un encuentro continuo entre todas las nacionalidades de la Península, basado en la búsqueda de la armonización de los intereses, en el fenómeno de los intercambios culturales, en fin, en la intensificación del conocimiento.

No soy tan ingenuo como parece, y en este caso menos que en cualquier otro. Esta concepción abierta de los hechos peninsulares tenía que chocar inevitablemente, y sobre todo por parte de España, con una indignada y muy patriótica resistencia, pues se objetaría que en el «caldo» ibérico así preconizado, se habría de disolver la, desde siempre trabajosa, unidad de los Estados, peligro del que, como sabemos y sin temor alguno a la paradoja, acabamos de ponernos a salvo, portugueses y españoles, gracias a la integración en la Comunidad Económica Europea, escrupulosa a más no poder en lo que se refiere a salvaguardar las identidades nacionales y otros soberanos pruritos de sus miembros... Cuando, por fin, había encontrado ya mi Península Ibérica, en ese momento, la perdía. Intenté mirar más allá de la frontera y comprender lo que hasta los Pirineos se extendía, y cuando apenas me había empezado a acostumbrar al deslumbramiento de esa nueva visión, acudían los políticos que gobiernan en mi país (otros que también me gobiernan no están aquí), acudían, repito, a enseñarme que tales visiones eran anacrónicamente cortas, que si yo quería ser un hombre de mi tiempo tenía que pasar a jurar por Europa, aun no sabiendo exactamente, ni yo ni ellos, qué Europa es ésa que tan bien parece querernos. En resumen: ser ibérico equivalía, o equivale, a rozar peligrosamente la traición, ser europeo representa el toque final de la perfección y la vía ancha para la felicidad eterna.

Ahora bien, coincidiendo más o menos con estas desventuras espirituales, y probablemente también por efecto reflejo de la decepción sufrida al querer llegar a un entendimiento más sensible del pequeño y desde ahora frustrado universo ibérico, volví los melancólicos ojos hacia América Latina donde, a pesar de la cúpula magnífica de la lengua del imperio económico, se sigue hablando y escribiendo en portugués y en castellano. No se trata, claro está, de un descubrimiento repentino, de un hallazgo, de un encuentro de civilizaciones; los escritores de allá, tanto prosistas como poetas, no me eran desconocidos y sabía lo bastante de la historia de aquella inmensa parte del mundo como para no desmerecer en una conversación entre amigos o en un debate público a modesto nivel en cuanto a geografía, debido a mi insaciable curiosidad cartográfica, soy capaz de poner un dedo exacto, sin dudar, en cualquier país que, como test de conocimientos básicos, se me proponga. La diferencia de esta nueva mirada era que una especie de conmoción, un presentimiento, un alborozo incontenible del espíritu me estaban insinuando que la propia Península Ibérica no podrá ser hoy plenamente entendida fuera de su relación histórica y cultural con los pueblos de ultramar y que, de seguir la actual tendencia a la relajación de las capas profundas que nos siguen vinculando a ellos (no confundir con aproximaciones políticas y económicas subordinadas, casi siempre, a intereses de terceros), nosotros, los peninsulares, acabaremos en la incómoda situación de quien, habiéndose sentado en dos sillas no sabe cuál de ellas le ofrece más seguridad, siendo cierto, por otro lado, e insistiendo en la metáfora, que el problema de la identidad de quien así se sentó, no saca provecho de la inestabilidad subsiguiente, al precario estatuto, adoptado del que no supo escapar, cuando todavía estaba a tiempo. Quiero decir, en fin, que esta Península, que tanta dificultad tendrá en ser europea, corre el riesgo de perder, en América Latina, no el mero espejo donde podrían reflejarse algunos de sus rasgos, sino el rostro plural y propio para cuya formación los pueblos ibéricos llevaron cuanto entonces poseían espiritualmente bueno y malo y que es, ese rostro, así lo creo, la mayor justificación de su lugar en el mundo. Admitiría que América Latina quisiera olvidarse de nosotros, sin embargo, si se me permite profetizar, preveo que no iremos muy lejos en la vida si escogemos caminos y soluciones que nos lleven a olvidarnos de ella.

Aunque sin concluir, debo terminar. Escribiré sólo las dos palabras que tengo fijas en el espíritu y que condensan este manojo de ideas desglosadas en concepto: trans-iberismo. Sospecho que hay en ellas la promesa de algo más que un enunciado no carente de sentido lógico. Dicho esto, yendo más allá de la pregunta inicial y proponiendo una nueva, concluyo finalmente: ¿El iberismo está muerto? Sí. ¿Podremos vivir sin un iberismo? No lo creo. Reconozcamos que no iríamos muy lejos por el camino que nos deberá conducir a una amplia y más productiva comprensión de las cuestiones del iberismo, tanto en su expresión local y actual cuanto en sus futuras manifestaciones dentro y fuera de La península, si no empezásemos por conocer a fondo, de un modo crítico y objetivo, el solar literario ibérico. Nos perderíamos, como sucedió tantas veces en el pasado, en los embelecos de una retórica vacía y oficialista, que sería la responsable de los nuevos malentendidos que llegaran a sumarse y a agravar los antiguos. Gracias a los rigurosos y diversificados estudios e indagaciones de César Antonio Molina, reunidos en este libro, la cuestión ibérica, cualitativamente valorada, recobra ahora fuerza y actualidad. Sólo aquellos que todavía se mantienen asidos a prejuicios nacidos de un nacionalismo más defensivo que racional, más hecho de mesianismos que de objetividad, porfiarán en cerrar los ojos. Pero esos, si alguna vez los llegan a abrir, se hallarán, ese día, inmovilizados en la historia, solos.


(*) Prólogo al libro Sobre el iberismo y otros escritos de literatura portuguesa,
de César Antonio Molina. Ediciones Akal. Madrid, 1990

lunes, 14 de junio de 2010

una proposta de federalisme a la península


Hi ha una errata, com veureu, Barcelona no està tan abaix, però és igual.....

jueves, 10 de junio de 2010

un antecedent a tenir en compte

El Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) fue una organización armada formada en 1959 por exiliados españoles (sobre todo gallegos) y portugueses para luchar contra las dictaduras salazarista y franquista.

El DRIL tenía dos secretarios generales: Humberto Delgado y Xosé Velo Mosquera (Xunqueira de Ambía), fundador de organizaciones tales como la Federación de Mocedades Galeguistas o la Unión de Combatientes Españoles Antifranquistas Nacionalistas Gallegos (esta última en Venezuela). Entre sus miembros destacaron el capitán portugués Henrique Galvão y José Fernández Vázquez (Jorge de Sotomayor), ex militante del Partido Comunista de España y que había sido comandante de la marina republicana durante la Guerra Civil Española.

Las primeras acciones armadas las realizó en febrero de 1960 contra la Casa de la Villa (sede del ayuntamiento) de Madrid y los locales del Movimiento Nacional, también en Madrid, acción en la que murió el miembro del DRIL José Ramón Pérez Jurado. En junio de 1960 el DRIL atentó contra estaciones de tren de Barcelona y Bilbao y contra el Aeropuerto de Madrid-Barajas.

La acción más conocida del DRIL fue el secuestro del buque portugués Santa María, que cubría la ruta Caracas-Lisboa-Vigo, entre el 22 de enero y el 4 de febrero de 1961. Veinticuatro miembros del DRIL secuestraron el buque con 586 pasajeros con el propósito de atraer la atención mundial sobre la situación que se vivía en Portugal y España, rebautizando el buque como Santa Libertade. Tras conversaciones con el gobierno brasileño presidido por Jánio Quadros, los miembros del DRIL depusieron las armas y condujeron el buque hacia Recife a cambio de recibir el estatuto de refugiados políticos. El buque fue devuelto a sus propietarios.

Tras el secuestro el DRIL se sumió en una crisis debido, entre otras cosas, a las luchas internas sobre quien debía liderar la organización. A pesar de eso el DRIL continuó realizando acciones esporádicas hasta 1964.

Jorge de Soutomaior escribió un libro llamado "Yo robé el Santa María" que no fue publicado en el estado español hasta el año 1978. El libro es un relato de primera mano del secuestro que evidencia el importante papel de los gallegos en esta acción y las fuertes diferencias entre Xosé Velo y Humberto Delgado.

En 2004 se estrenó un documental, «Santa Libertade»,[1] dirigido y escrito por Margarita Ledo Andión, narrando el secuestro del Santa María. La película cuenta con la participación de Camilo Mortágua (que tenía 27 años entonces y era la mano derecha de Galvâo), Federico Fernández (hijo del comandante Sotomayor) y Victor Velo (hijo de Xosé Velo).

ja tenim aquí el mundial....




Aquest divendres comença el mundial de sudàfrica, on hauria d'estar participant l'equip de la selecció ibèrica.... una veritable potència mundial al futbol.


Casillas, Puyol, Pepe, Piqué, Capdevila, Javi Martínez, Xabi Alonso, Xavi, Iniesta, Cristiano Ronaldo i Villa.....

Presentació




Benvinguts i benvingudes al bloc d'ibèria, el bloc creat per difondre les idees de l'iberisme. És a dir, la unificació política de la península ibèrica....

visca la federació ibèrica!!!!!!!